El encaje del turismo en la calidad de vida urbana
Las estampas estivales de muchas ciudades son, debido a la pandemia del COVID-19, muy distintas a aquellas a las que solemos ver. Calles desiertas, terrazas vacías y puntos de interés sin las habituales multitudes de visitantes ya apenas son noticia a las puertas de la que se anuncia como una de las peores (sino la peor) temporada turística desde los albores del Grand Tour. Por otra parte esta triste realidad (cuyo elevadísimo coste económico y social está aún por determinar), ha dado pie a iniciativas ciudadanas que reivindican la apropiación de la ciudad por parte de los residentes. Así, encontramos en Barcelona la iniciativa “Volem jugar” (Queremos jugar), que pone en valor la recuperación del espacio público tradicionalmente masificado (en parte debido a la presión turística), como espacio de ocio de los más pequeños. Paralelamente, el sector privado también intenta recuperar un público más local, como atestiguan iniciativas como “Mengem-nos el Born” (Comámonos el Born) o la ruta “Barcelona Panoràmica” del Bus Turístico orientada a locales, comercializada bajo el eslogan “Redescubramos la Ciudad”. Lo que estas anécdotas ponen de relieve es un debate que hace tiempo que ha trascendido el ámbito académico: turismo y calidad de vida en ciudades, ¿Cómo encajan?
“El desarrollo turístico en ciudades actúa como catalizador de impactos positivos: aumento de la oferta cultural y de ocio, generación de empleo y beneficios económicos o revalorización de elementos culturales y tradiciones locales”
La gestión urbana en si misma ya afronta numerosos retos como el constante crecimiento demográfico y urbanístico, la saturación de servicios públicos, el cambio climático, la contaminación y calidad del aire, la movilidad, la ocupación, la seguridad, y por supuesto, la salud pública. En este contexto, el desarrollo turístico puede contribuir tanto positivamente, ayudando a paliar problemáticas propias de las urbes y haciéndolas más habitables, como negativamente, agravando estas mismas vulnerabilidades y empeorando la calidad de vida de los residentes.
En su vertiente más positiva, el desarrollo turístico en ciudades actúa como catalizador de impactos positivos, que incluyen el aumento de la oferta cultural y de ocio, la generación de empleo y beneficios económicos a múltiples escalas o la revalorización de elementos culturales y tradiciones locales, entre otros. De hecho, estudios como el de Rasoolimanesh, Ringle, Jaafar, y Ramayah (2017) muestran que los residentes de destinos turísticos urbanos suelen percibir estos aspectos de forma más positiva que la población de entornos rurales, y que determina que apoyen el desarrollo turístico en mayor medida.
Sin embargo, dicho desarrollo también puede contribuir a una degradación de las condiciones y el entorno en el que habitan las poblaciones urbanas. En este sentido, una disminución de la habitabilidad del entorno equivale a una pérdida de la calidad de vida. Concretamente Aall y Koens (2019) listan varios conductores de conflictos sociales: la masificación del espacio público y la excesiva presión sobre algunos servicios e infraestructuras, el impacto en el mercado inmobiliario ligado al auge del uso turístico del parque de viviendas urbanas, los procesos de gentrificación comercial ligados al turismo y la disminución de servicios orientados a los residentes, así como conflictos relacionados con comportamientos incívicos de los propios turistas. El rechazo social visibilizado en ciudades como Barcelona, Venecia, Praga, París o Ámsterdam, viene por tanto vinculado principalmente a unos impactos que afectan directamente a la capacidad de la comunidad residente de satisfacer sus propias necesidades, y que reducen la habitabilidad del medio.
“La formación es clave a la hora de proporcionar profesionales con una mirada fresca y consciente”
Sin caer en una sobre-simplificación de un fenómeno tan diverso como destinos existen, sí se ha argumentado que la solución no radica en una reducción drástica de la actividad turística. Por el contrario, la gestión del turismo urbano debe centrarse en aquellas vulnerabilidades de las que se sabe que sufrirán una presión añadida por el turismo, como por ejemplo una posible pre-existente falta de infraestructuras y servicios, o un déficit habitacional (Żemła, 2020). De esta forma, la gestión turística en ciudades se aleja cada vez más de modelos más propios de resorts y otros destinos, centrándose ya no en la atracción del máximo de visitantes posible, sino en la administración de recursos y en la búsqueda del equilibrio entre costes y beneficios.
En este cambio de paradigma, la formación es clave a la hora de proporcionar profesionales con una mirada fresca y consciente y con una visión del turismo inseparable de la necesidad de contribuir en el destino en el cual se implemente de todas las formas posibles.
Aurélie Cerdan, investigadora del TURCiT (Grup de Recerca Turisme, Cultura i Territori) del CETT
Referencias
Aall, C., y Koens, K. (2019). The discourse on sustainable urban tourism: The need for discussing more than overtourism. Sustainability (Switzerland), 11(15), 1–12. https://doi.org/10.3390/su11154228
Rasoolimanesh, S. M., Ringle, C. M., Jaafar, M., y Ramayah, T. (2017). Urban vs. rural destinations: Residents’ perceptions, community participation and support for tourism development. Tourism Management, 60, 147–158. https://doi.org/10.1016/j.tourman.2016.11.019
Żemła, M. (2020). Reasons and Consequences of Overtourism in Contemporary Cities—Knowledge Gaps and Future Research. Sustainability, 12(5), 1729. https://doi.org/10.3390/su12051729
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