De Barcelona a Berlín, definiendo buenas prácticas para la gestión del turismo urbano

La convivencia entre turistas y residentes, la seguridad o la gestión de las viviendas son algunos de los retos a los que se enfrentan ciudades como Barcelona, ​​Amsterdam o Berlín; poblaciones en las que se ha producido un crecimiento exponencial del turismo urbano y en el que el turismo ha dejado de ser un sector aislado para convertirse en un elemento que forma parte de la misma estructura del territorio.

Barcelona es un claro ejemplo de ciudad que ha vivido un crecimiento acelerado del turismo en un periodo de tiempo reducido. La capital catalana se ha convertido en un modelo de referencia para muchas ciudades pero, en los últimos años, se ha desencadenado un malestar plausible en la población local. Es en este contexto en el que hay que considerar la incorporación de un modelo de buenas prácticas para la gestión turística con la voluntad de mejorar este encaje en la ciudad, favoreciendo la convivencia y reduciendo, así, el impacto y la imagen negativa de la erróneamente llamada turismofobia '.

Para asegurar una buena gestión del sector e incidir de manera directa en cualquier efecto negativo que se produzca, es imprescindible gobernar los destinos de forma proactiva y desde una visión holística de los activos físicos, del capital y de la percepción social.

Si observamos detenidamente este fenómeno de auge del turismo urbano, se detecta que ante la intensificación de los flujos turísticos, la explotación del espacio público y la aparición de pisos no regulados, las administraciones y el sector privado han tenido que asumir responsabilidades y tomar partido en la gestión de estos conflictos. Aunque lo han hecho de forma tardía.

Sin embargo, siguiendo con el ejemplo de Barcelona, ​​Amsterdam y Berlín, queda claro que las ciudades evolucionan hacia planes estratégicos integrales y que incorporan la sostenibilidad como eje transversal. La limitación de la actividad turística y las regulaciones fiscales para gestionar la explotación de viviendas y comercios, pasan a formar parte de las actuaciones de las administraciones.

Una de las claves de esta gestión es, sin duda, la creación de conocimiento y la formación de grupos de investigación que investigan y monitorizan los datos turísticos; un elemento clave para poder tomar las medidas y decisiones adecuadas y que den respuesta a las necesidades reales de la población. Es en este punto en el que, desde el CETT, se trabaja para generar conocimientos y aportar criterio a través de la investigación aplicada. El objetivo es claro: conseguir que el turismo sea motor de transformación y de generación de riqueza económica y cultural. Un sector, en definitiva, que sirva para sumar.